lunes, 14 de junio de 2010

Registros civiles y testimonios exhiben a Vizcarra

Reacio a reconocer su parentesco con Inés Calderón Quintero, el narcotraficante muerto a tiros en 1988, las relaciones familiares del candidato a la gubernatura, Jesús Vizcarra Calderón, quedan claramente expuestas por los registros civiles de Durango, por testimonios recogidos en la tierra de sus padres y por la viva voz de doña María Calderón López, su madre.

El jueves de la semana antepasada, la periodista Denise Maerker publicó en su programa Punto de partida un bloque de notas sobre candidatos bajo la sospecha de estar relacionados con el narcotráfico, en el cual figura Jesús Vizcarra Calderón, que encabeza en Sinaloa la Alianza para ayudar a la gente.

Del trabajo periodístico, realizado por el reportero José Antonio Mandujano, destacó la declaración de la madre del candidato, María Calderón López, pues afirma algo que su hijo había negado sistemáticamente durante más de dos décadas: que él e Inés Calderón Quintero, el narcotraficante asesinado en Culiacán en 1988, eran parientes.

“El papá de él —se refiere a Inés Calderón Godoy— era pariente muy lejano de nosotros”, dijo doña María.

Tres días después, cuando Vizcarra fue cuestionado por El Debate sobre ese parentesco que siempre había negado, no solo calló, sino que soltó contra el diario una andanada de reclamos rabiosos y descompuestos.

Pero más allá de la declaración de María Calderón están los registros civiles, donde reposan las actas de nacimiento de cada una de las familias en cuestión, donde los apellidos se cruzan en algún momento, le guste o no al candidato.

Las palabras no bastan

Don José López León tiene 76 años y fue encontrado por Ríodoce pintando el portal de su casa. “Hay que tenerla lista —dice—, porque en estos días recala la familia.

Vive en Las Higueritas, municipio de Tamazula, Durango, la pequeña comunidad donde nació y vivió doña María Calderón y que es atravesada por una carretera que llega hasta Chapotán, el pueblo donde nació el narcotraficante Inés Calderón Quintero, hijo de Inés Calderón Godoy, primo segundo de doña María.

Chapotán, antes San Joaquín Chapotán, fue fundado en la segunda mitad del siglo pasado por el misionero jesuita Hernando Santarén. Aquí termina el asfalto pero no los pueblos. Más adelante, ya por pura terracería, está La Mantecosa, una vieja comunidad conformada por no más de diez familias y ochenta habitantes, la mayoría viejos, mujeres y niños, donde nació Isabel Vizcarra Rodríguez, padre del alcalde de Culiacán.

Es el suroeste de Durango, donde la mayoría de las comunidades son bañadas por las aguas que bajan de la sierra y están más identificadas con la cultura y subcultura culichis, debido a su cercanía con la capital de Sinaloa.

Guadalupe de Jesús Vizcarra Calderón nació en Culiacán el 17 de marzo de 1960, pero sus raíces y parte de su historia se forjaron entre estos pueblos, de los que se fue alejando, dicen sus parientes, después de que mataron a Inés Calderón Quintero, el 26 de marzo de 1988.

“Hasta aquí llega —cuenta don José López—, porque tiene familia; la María también viene a ver a su gente”. La casa donde nació doña María se ve desde el portal de la vivienda de don José. “Yo la puse de novia con Chabelo”, recuerda en voz alta, con picardía de viejo.

En los pueblos de Tamazula todos aseguran el parentesco entre Inés Calderón y Jesús Vizcarra.

“Aquí todos los Calderón somos parientes”, sostiene Moisés Calderón, detrás del mostrador de la tienda Conasupo, ubicada en Chapotán, contra esquina de la casa donde nació Inés Calderón Quintero. Doña Rosario Félix, su madre, de 90 años, todavía le queda memoria para introducirse a la selva genealógica de los Calderón, los Quintero, los Imperial, los León, los Sosa, los Romero, los López…

Porque estos son los apellidos que gravitan en torno a dos hombres marcados por la fama, uno por haber alcanzado lugares prominentes en el negocio de las drogas, y el otro por haber construido de la noche a la mañana un emporio ganadero tatuado, desde su origen, por la sospecha.

De acuerdo con los registros civiles, recogidos por Ríodoce en Tamazula, Durango, el parentesco entre Jesús Vizcarra e Inés Calderón es, por lo menos, de cuarta generación, pero es, de eso no hay duda.

La madre del candidato a la gubernatura se llama María Calderón López, hija de Albino Calderón León. El padre de Inés Calderón Quintero se llamaba Inés Calderón Godoy, hijo de Inés Calderón León.

Sin embargo, a pesar de tener los mismos apellidos, los abuelos de uno y de otro no son hermanos pero sí primos, pues el de Jesús Vizcarra es hijo de Ismael Calderón Romero y Rosa León, mientras que el de Inés Calderón Quintero es hijo de Rómulo Calderón y Asunción León.

Y es aquí donde la sangre de uno y de otro, la del legendario narco y la del candidato a la gubernatura, se cruzan. Lo reconozca o no Jesús Vizcarra.

Adiós al terruño

Aunque los padres de Vizcarra se habían trasladado a Culiacán desde los años cuarenta, nunca dejaron de visitar su tierra. Viajaban con frecuencia a Las Higueritas a visitar a sus familiares y en un principio llegaban hasta La Mantecosa, la tierra de los Vizcarra, pasando por Chapotán, la tierra de los Calderón.

Pero luego de la muerte de Inés Calderón Quintero se fueron desterrando. En Chapotán, los pobladores afirman que Vizcarra ya no volvió después de ese hecho. Y los viajes de doña María se hicieron cada vez más lejanos. La última vez que se miró a Chuy en Chapotán fue cuando murió su tío abuelo Ismael Calderón, en febrero de 1987.

Pocos hablan y poco de las actividades ilícitas en que se vio envuelto el Inecillo, uno de los 14 hijos de Inés Calderón Godoy y de doña Elisa Quintero López.

“Pues nomás que tenía mucho dinero, que tenía tierras y ranchos por donde quiera, y avionetas… y bodegas llenas de costales de dólares”, dice quedito Moisés Calderón.

Los mismos pobladores de Chapotán cuentan las circunstancias en que murió Calderón Godoy, el padre del narcotraficante.

“Ya de viejo gateaba como niño chiquito… jugando a los carritos: perdió el juicio, tal vez porque lo secuestraron dos veces”.

Narran que Inés Calderón Godoy presumía el dinero de su hijo; que tenía costales llenos de dólares, bodegas llenas del “billete verde”. Hasta que lo secuestraron los mismos trabajadores de uno de sus campos. La primera vez lo soltaron pronto. Pero luego lo volvieron a secuestrar y ahora sí le sacaron una lana. Después empezó a perder la noción de las cosas. Y así murió, el 5 de mayo de 2001.

Sombra de la sombra

Con los años, no solo sería Inés Calderón una sombra maldita para Jesús Vizcarra, un hombre que después de haber logrado éxitos empresariales decidió probar suerte en la política. El dinero no basta, se dijo: quiero el poder.

Ya había hecho relaciones en Sinaloa pero también en México, incluso en los Estados Unidos, donde consiguió inversionistas para sus empresas.

Logró penetrar en la clase empresarial de Sinaloa que primero lo rechazaba por el estigma de estar “lavando dinero” del narcotráfico. Después ya no solo se decía que había inyectado a Vizur dinero de Inés Calderón, sino que tenía también una relación empresarial y de compadrazgo con Ismael Zambada García, el Mayo.

Así se mantuvo hasta diciembre de 2009, cuando el diario Reforma publicó las fotografías donde Vizcarra, ya encarrerado por la gubernatura de Sinaloa, apareció en una fotografía tomada en el rancho Puerto Rico, en compañía de los padres de Inés Calderón, Ismael Zambada y otros narcotraficantes.

El Inecillo quedó atrás. Ahora la sombra de Vizcarra era el Mayo.

No era casual que en dichas fotografías aparecieran juntos Inés Calderón Godoy y su esposa, doña Marisela Quintero, un hijo de Baltazar Díaz (otro narcotraficante muerto en enero de 1995 en el Distrito Federal, y que había sido de los pioneros, junto con Inés Calderón, en el tráfico de cocaína a gran escala) y el Mayo Zambada.

En los años ochenta conformaban un grupo compacto; eran amigos, socios, compadres. Por eso también es creíble el compadrazgo de Vizcarra con Zambada, aunque la hoja de registro en la Iglesia haya sido arrancada del libro de bautismos para eliminar evidencias.

Inés: ficha no autorizada

De acuerdo al acta de nacimiento número 46 del 9 de marzo de 1955, radicada en el Registro Civil de Tamazula, José Inés Calderón Quintero nació el 27 de abril de 1954 en la localidad de Chapotán, municipio de Tamazula, Durango.

Hijo de Inés Calderón Godoy (1918-2001) y de Elisa Quintero López, nacida en 1928, tuvo tres hermanos (René, María del Rosario y Mélida) y se casó en primeras nupcias con Juana Meza Angulo, originaria de Tamazula, con quien procreó tres hijos: José Inés, Paúl René y Elizabeth.

Inés Calderón se sentía orgulloso de su nombre. Así se llamaban su padre y su abuelo, por lo menos. Así que decidió regar nombre y apellido por donde podía pasar. A todos sus hijos reconoció y, como dicen en la sierra, “patrimonió”.

En Sonora se casó en segundas nupcias con Olga Lidia Bazúa Heras, una hermosa mujer originaria de Empalme que había sido Señorita Sonora. Tuvo con ella dos hijos, José Inés y Olga Lidia, a los cuales heredó una incalculable fortuna, en bienes y dólares que guardaba celosamente en bodegas insospechadas.

Semanas después de que Inés murió acribillado por el comandante de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderón, en su propia recámara y en presencia de su esposa embarazada, la viuda empezó a adquirir bienes millonarios (ranchos, fincas, casas, tierras), algunos de los cuales pasaron por un tiempo a custodia legal del abogado Enrique Mendívil Flores, ex regidor priista, actual presidente de la Unión Ganadera Regional de Sinaloa y señalado por fichas de Inteligencia del Gobierno estatal, por sus presuntas relaciones con el narcotráfico.

Al Inecillo se le conoció otro hijo Inés, pero este de apellidos Calderón Bazán, que procreó con Laura Bazán, a la que conoció cuando era secretaria del Juzgado Segundo Civil.

Muchos de los bienes de Inés Calderón, que estaban a nombre de amigos y compadres, se perdieron. En Chapotán cuentan la historia de un compadre del narco que se resistía a su petición de poner propiedades a su nombre. “No le saque compadre, si un día me matan usted se va a quedar con todo”, le decía. Al final aceptó. Cuando murió Inés, el compadre se quedó con tierras, fincas, maquinaria, vehículos y avionetas.

Después de que detuvieron a Rafael Caro Quintero en Costa Rica, en 1985, trascendió que la finca donde fue encontrado, conocida como La Quinta, había sido adquirida meses antes por dos mexicanos, uno de ellos Inés Calderón.

Cuando lo mataron, Inés acababa de ser señalado por el Gobierno de los Estados Unidos como uno de los hombres que secuestraron y torturaron al agente de la DEA asesinado, Enrique Camarena Salazar.

El cuerpo de Inés fue sepultado en el panteón Jardines del Humaya con todos los honores de un narco. En su capilla lucía, tras el grueso cristal, una fotografía donde portaba traje café abierto sin corbata y una tejana impecable.

Pero después de 2001 sus restos fueron extraídos para trasladarlos a Guadalajara, Jalisco, donde murió y sepultaron a su padre.

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